jueves, octubre 12, 2006

Espectadores

Lo he de reconocer, no me siento cómodo. Pertenezco a ese extraño sector de la población incomprensiblemente interesado por la política. A estas alturas…Sí, y lo que veo no me gusta, ¿a quién le gustará?

Vivimos una etapa, en general, y utilizando una expresión comedida, poco constructiva, en cuanto a la clase política se refiere. Echemos un vistazo a los medios de comunicación: quedaremos perplejos. Prima, por encima de todo, la descalificación, absurda casi siempre. Sí, eso es, las palabras huecas, las que no aportan nada, y enojan demasiado.

Comprendo que estamos inmersos en un momento histórico (grave enunciado) propicio para la pasión dialéctica. Y de eso los españoles, lamentablemente, sabemos bastante. Ya lo veis, nuestra sociedad cambia a pasos agigantados. En los últimos, diremos, tres años, han saltado a la palestra asuntos sobre los que se ha originado una acalorada discusión pública. En mi opinión, el lío comenzó bruscamente con el despropósito bélico de Irak. Hagan memoria, aquellas enormes movilizaciones desoídas por los amigos de las Azores, principiaron la construcción de un puente insalvable entre los dos grandes partidos de este país. Desde entonces, creo yo que la confianza mutua empezó a perderse. Pero fueron los funestos atentados y el correlativo resultado electoral los que marcaron el punto de partida de un triste espectáculo.

Las atrevidas iniciativas emprendidas por el actual Gobierno (cuya valoración no resulta oportuna en estas líneas) han radicalizado el desencuentro. Por si no fuera poco con el frenesí de las reformas estatutarias, el proceso abierto con el alto al fuego de ETA ha hecho a unos no querer entender nada de lo que dicen los otros, y viceversa. Y a los ciudadanos, ay, sólo nos queda asistir a una mala función teatral. Esperpéntica, diría el genio. Porque justo cuando la ocasión lo merece, gran parte de nuestros políticos demuestra su escasa talla, llegando a límites tan lamentables como politizar a las víctimas del terrorismo. No me gustan las comparaciones, y más cuando son odiosas, por eso me duele mirar fuera de nuestras fronteras. ¿Se imaginan en España una coalición de poder como la de Alemania? No lo intenten, es imposible. La Real Academia se verá obligada a retirar la palabra “consenso” de su diccionario, por desuso. En todo esto, los medios tienen infinita culpa, por servir de altavoz a la estupidez, y encima darle pompa.


Precisamente me llevó a escribir esto el ver en televisión un encendido debate sobre la importantísima e inteligentísima reclamación de Zapatero a los votantes populares: “aléjense de la extrema derecha”. Lo que hay que escuchar, señor presidente. Por favor, dejen de caldear el ambiente, o al menos dejadnos tranquilos. No queremos participar en vuestro juego. Es de necios no aprender de los errores, y ya sabéis a lo que me refiero. Todos lo deberíamos saber bien. Cruel pasión española, no, no la remuevan. Lo que hay que ver, señorías: mientras el PP se arrincona cada vez más en su peculiar rincón de infantilidad y rencor desmedido, el Gobierno pierde el tiempo en devolver los ataques, olvidándose de su función: gobernar.




1 Comments:

Blogger lujuria said...

Hacía tiempo que no leia ningún post de índole política. Ni tan bien argumentado.
Comentas poco en tu blog, y espero que lo hagas con más asiduidad. Ya que hay gente que le gusta leerte.

;), Abrazos!!!!!!!

7:23 p. m.  

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