Los niños de Ramadi
Es posible que sólo pensaran en divertirse. Seguramente no sabían por qué su patria arde en llamas, y sus padres se ahogan en el odio. Quizá aún no habían aprendido las diferencias entre suníes y chiíes, y no lo harán. Ya no podrán ir a la escuela. La infamia les arrebató la vida demasiado pronto.
Jugaban al balón en medio del infierno, y la guadaña cayó sobre su inocencia. Mañana ya nadie llorará por ellos, nadie arropará el dolor de esas madres. La rueda del mundo debe seguir avanzando, y ellos se perderán en la bruma de una guerra más. Sólo unas cuantas víctimas que añadir a una lista engordada cada día, tan amplia que ya se hace normal.
Una vez más vuelven a pagar los platos rotos que ellos nunca rompieron. Esta vez fue en Ramadi, pero pudiera haber sido en cualquier lugar de Irak o Palestina. En su día fue en los Balcanes, y siempre en África. Mientras tanto, los mayores se entretienen inventando guerras y acomodándose en estériles conferencias de paz. Pero tras el bonito telón de las promesas, unos y otros siguen rumiando la codicia y el engaño. Da igual, siempre morirán los mismos. No hay ningún peligro en remover las pasiones desde el sillón, donde no estallan las bombas. Maldita sea, si ellos recogieran los cadáveres.
Jugaban al balón en medio del infierno, y la guadaña cayó sobre su inocencia. Mañana ya nadie llorará por ellos, nadie arropará el dolor de esas madres. La rueda del mundo debe seguir avanzando, y ellos se perderán en la bruma de una guerra más. Sólo unas cuantas víctimas que añadir a una lista engordada cada día, tan amplia que ya se hace normal.
Una vez más vuelven a pagar los platos rotos que ellos nunca rompieron. Esta vez fue en Ramadi, pero pudiera haber sido en cualquier lugar de Irak o Palestina. En su día fue en los Balcanes, y siempre en África. Mientras tanto, los mayores se entretienen inventando guerras y acomodándose en estériles conferencias de paz. Pero tras el bonito telón de las promesas, unos y otros siguen rumiando la codicia y el engaño. Da igual, siempre morirán los mismos. No hay ningún peligro en remover las pasiones desde el sillón, donde no estallan las bombas. Maldita sea, si ellos recogieran los cadáveres.
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